Terror; Hoy; Acá #6 El Escuerzo, de Augusto Sinay
Cómo llevar un cuento de tres páginas de Leopoldo Lugones a una película de hora y media.
¡Habráse visto extravagancia, llorar por un sapo!
Quizás esto que voy a decir sea pura ignorancia mía, por supuesto, pero el cine argentino nunca tuvo gran interés por los grandes cuentos fantásticos nacionales. También es posible que sea algo del orden de lo impráctico y, por qué no, del prestigio. No quiero decir que no exista alguna que otra adaptación, pero la falta se hace notar porque las letras argentinas, a diferencia del cine nacional, tienen una fuerte tradición del cuento extraño, tanto produciéndolo como leyéndolo —hasta Rodolfo Walsh, escritor “de la realidad” por excelencia, tiene un libro con ese título, recopilando cuentos de todo el mundo.
La generación que inaugura el fantástico en el país es la de las últimas décadas del Siglo XIX, en pleno Modernismo Hispanoamericano. Eduardo Ladislao Holmberg, caso paradigmático, introduce la Fantasía Científica con relatos de viajes espaciales y robots que se confunden con personas. Cerca de él, un joven poeta cordobés ensaya sus propias historias de “ciencia imaginada”, episodios religiosos y leyendas populares: Leopoldo Lugones. “El escuerzo” es uno de los cuentos más icónicos del autor y es también una apuesta cinematográfica que se viene craneando desde 2014 y que vio la luz recién en 2024.
El Escuerzo, adaptación del relato, es la primer película escrita y dirigida por Augusto Sinay y producida por Damián Carretero Seisdedos —que, hasta donde pude ver, tiene una cantidad estándar de dedos en cada mano—. Al texto, para que duerman tranquilos los lectores más sensibles, se le tiene absoluto respeto. Por lo menos hasta que la necesidad de hacer una película obliga a trastocarle un par de cosas a una historia de tres páginas.
El primer paso es construir un ambiente: para ello se eligió, como contexto de la historia, la Guerra de la Triple Alianza. Pero no allá en el Paraguay, sino en sus efectos melancólicos sobre las provincias del interior; en concreto, Córdoba. El segundo asunto fue encontrar qué más se puede contar, para alcanzar la hora y media que dura El Escuerzo, sobre esa breve leyenda narrada por Lugones —un chico mata ingenuo a un escuerzo y sufre la venganza de su fantasma.
Si el cuento trabaja el desarrollo de la tragedia como “error - huida - castigo”, la película se regodea en el momento central, la huida. Antes de eso, el encuentro de Venancio —interpretado por Cristóbal López— y el Escuerzo, es decir, el relato del error, se narra tal cual como lo propone Lugones. Es más: algunos diálogos son citas textuales del cuento. La película se toma tan solo la libertad de duplicarlo: un episodio, a modo de prólogo, establece previamente la leyenda en la carne de un soldado español —interpretado por Javier Pereira.
Durante la huida, ahora sí, empieza la película. Hace bien en cambiar el final del relato, que recurría a un complicado artilugio —un cajón en que Venancio esperaba esconderse del monstruo— por un escape activo: El Escuerzo, en palabras del productor, es un viaje. Venancio, que tiene la tarea práctica de ir a por provisiones —y noticias de su hermano enviado a la frontera—, termina participando en una cruzada mayor. Es un forajido al modo del western, aunque no escapa de la ley, sino de fuerzas extrañas.
Miedo, desconfianza y un conflicto interno entre escepticismo y precaución son el motor de El Escuerzo; hasta que, lentamente, desciende a un viaje lisérgico y viscoso. Más adelante, se permite narrar a Lugones desde Lovecraft. Y cuando el miedo se calma en el plano psicológico —una excelente jugada de ritmo narrativo— adopta forma física.
Consciente de las limitaciones —técnicas y económicas— de todo Cine Fantástico, la película logra al monstruo conjugando los méritos del guion con efectos prácticos y digitales. En lugar de construir un Escuerzo gigante, que pudiera resultar ridículo, se eligió apelar a la imaginación —el miedo es una forma de la imaginación— y, cuando se hace estrictamente necesario, a un escuerzo real que consigue verse enorme.
La historia, además de aprovechar la narrativa de cowboys, recupera todo el aparato imaginativo, romántico y mitológico del “desierto argentino”. De algún modo, al estilo de la tipología pampeana que hace Sarmiento en el Facundo, pero también puede recordar al Pedro, o la vida en las pampas de Eduarda Mansilla. El viaje de Venancio está signado por su cruce con todo el repertorio de personajes pampeanos. En palabras de Sinay: gauchos, cuatreros, curas, comerciantes, paisanos, soldados y, por supuesto, desertores.
La reconstrucción del período histórico es meticulosa, pero hasta cierto punto más real que verosímil. Eso lo sentí especialmente en los diálogos: aunque intentan reproducir el tono de aquellos años —y tal vez lo consiguen—, se escucha forzado y quizás limita a los actores. La película elige seguir su compromiso con la historia incluso hasta ese punto, que no puede ser reconocible porque ese modo de hablar esta completamente perdido. En fin.
Quiero destacar especialmente el trabajo con el espacio y el sonido. No sólo porque grabar en exteriores requiere preparación —y suerte—. Sino porque logra mantenerse dentro de los márgenes del escenario que elije. Al margen de un bosquecito de plátanos y moras que pretende ser la selva en las pocas escenas del Norte, todo el viaje de Venancio se hace en la Pampa de Achala, entre sierras y montes de espinillo. En el apartado sonoro, recopilando la mayor parte del tiempo grabaciones hechas en las locaciones mismas, aparece todo el cancionero de las aves típicas del monte chaqueño. —Excepto por algún audio perdido de cuervo, que suena más que nada en los momentos más psicotrópicos—. No es una sorpresa que los pájaros me interesan particularmente y no pude evitar hacer el esfuerzo por reconocer a los que sonaban en la película. Se agradece que no usaran simplemente al Common Loon o al Red-tailed Hawk que suelen descargarse de bibliotecas de audio.
La película, por lo pronto, estará disponible en Cinearte Cacodelphia (CABA), durante septiembre, y seguramente se siga expandiendo de a poco a distintas salas del país y el resto del mundo.
Los que me leen desde hace un par de meses, saben que ésta no es la primera película basada en un cuento de Leopoldo Lugones, y ya escribí otro prólogo al respecto.
Terror; hoy; acá es una guía de lectura para producciones de horror contemporáneas y latinoamericanas. Principalmente argentinas, por mi condición geográfica. La idea es mostrar un panorama de lo que se está estrenando y publicando en términos de terror cerca de nosotros. No es una recomendación ni una crítica. Con lo cual mi opinión importa poco y nada. Como es muy común que el terror circule en el circuito independiente —pequeñas editoriales, ediciones de autor, Internet—, no voy a hablar mal de las obras ni desaconsejarles que las compren. Lo que no quiere decir que me gusten más o menos. Salvo que algo me resulte pésimo —ilegible—, y por lo tanto no escriba nada al respecto, creo que hay un lector para todo, incluso para aquello que no consigue atraparme a mí. En todo caso, quiero colaborar con el género. Que el que busque terror encuentre terror.
Notas:
Siempre me parece importante recordar la participación activa de Lugones en el Golpe de Estado de 1930. Aunque hoy leamos sus cuentos como fundacionales —y la muerte, de algún modo, redima—, nada de ejemplar hay en la construcción de su persona.
¡Hola! Leí tu entrada anterior sobre el cuento de Lugones y su relación con el origen de El planeta de los simios. Así que me preguntaba si usted seguía las novedades del cine de terror nacional y si me encontraría con algún comentario suyo en este Newsletter, dado el origen en el cuento de Lugones. En fin. Mucha cháchara. Grata sorpresa esta entrada nueva. Lástima que "cuando acecha la maldad" no esté basada en ningún cuento para saber qué le pareció.
Saludos, estimado.