Terror; hoy; acá #5 El misterio del Tatakua, de J. Miranda
Finalmente, una novela de terror sobre el Pombero.
La cuentística popular litoraleña —Paraguay, noreste de Argentina, sur de Brasil— tiene su propio mérito como narrativa de horror. Por lo menos en las transformaciones criollas que quedaron en nuestro imaginario y que convirtieron en duendes demoníacos, por ejemplo, a espíritus guaraníes del monte. Recuerdo pasar noches sin dormir cuando me enteré de la existencia del Lobisón. Los hombres lobos, los vampiros y las brujas están allá lejos, en Europa, en castillos abandonados. En América estamos a salvo. Pero de la Luz Mala, del Kurupí y del Yasí Yateré siempre hay algún testimonio cercano. Y siempre con algo de verdad.
El más emblemático de todos, sin duda: el Pombero. Extraño duende que surge de la amalgama de varios personajes distintos. Leyenda ya irreconocible. Rencoroso y benevolente en partes iguales. Protector de la naturaleza que combina el apetito sexual del Kurupí con la magia —y el chiflido— del Yasí Yateré y con las virtudes del olvidado Cuaruhú Yará. Entre varios ensayos, más cortos o más largos, más fieles o más originales, que abundan entre los cuentos latinoamericanos, el paraguayo J. Miranda decidió dar el paso y honrar por fin a esta criatura con una novela. El misterio del Tatakua es una novela de terror sobre el Pomberito. Nada más y nada menos.
En su infancia, Pablo tuvo un encuentro cercano con la criatura que lo dejará marcado de por vida. Un episodio inolvidable en que el duende y su abuelo se enfrentaron; el Pombero había vuelto, como es costumbre, a cobrar un favor. La escena, el miedo, la casa en medio del campo, patas arriba por obra de la magia del duende y, por supuesto, su chiflido, persiguen la imaginación de Pablo hasta su adultez, aunque él ponga de todos sus esfuerzos para olvidarlo.
Consciente de su modernidad, la novela explota el conflicto entre la tradición y el mundo contemporáneo. Como muchos jóvenes que, por razones personales, cambian el pueblo por la vida en la ciudad, el Pablo adulto vive en Asunción, de fiesta en fiesta, desconectado completamente de sus parientes. Quiere olvidar todo lo relacionado con el Pombero. Hasta el punto de reírse de aquellos que todavía creen en esos cuentos para niños. Pero cuando el abuelo muera —y él será el primero en enterarse porque se le aparecerá en sueños—, heredará una deuda con el monstruo, arraigada en él más íntimamente de lo que se imagina.
El Pombero de Miranda no da vueltas. Personifica los terrores infantiles, la versión que se cuenta en el campo para que los niños no hagan macana a la hora de la siesta. Es maligno, en estado puro. Pero es un espectro de cierta maldad necesaria que hay en la naturaleza, en cada uno de nosotros y, sobre todo, en Pablo. La novela no pretende reafirmar los saberes guaraníticos, sino simplemente contar una historia de terror. Un relato weird que pueda tener como monstruo de otro mundo, como Cuco, como Pennywise, al propio Pombero y todo lo que sabemos sobre él.
El libro se publicó en 2023 por la editorial paraguaya AranduBook y tiene algunos de los vicios de las ediciones independientes. Principalmente, la falta de correcciones, ya no sólo de sintaxis, puntuación o tipeo, sino algunas cuestiones de estilo que podrían afilarse. No es la primera novela del autor, pero sí la única que leí hasta al fecha. En El misterio del Tatakua elige un estilo ligero, para leer sin el lápiz en la mano y, preferentemente, solo en el monte, de noche.
Terror; hoy; acá es una guía de lectura para producciones de horror contemporáneas y latinoamericanas. Principalmente argentinas, por mi condición geográfica. La idea es mostrar un panorama de lo que se está estrenando y publicando en términos de terror cerca de nosotros. No es una recomendación ni una crítica. Con lo cual mi opinión importa poco y nada. Como es muy común que el terror circule en el circuito independiente —pequeñas editoriales, ediciones de autor, Internet—, no voy a hablar mal de las obras ni desaconsejarles que las compren. Lo que no quiere decir que me gusten más o menos. Salvo que algo me resulte pésimo —ilegible—, y por lo tanto no escriba nada al respecto, creo que hay un lector para todo, incluso para aquello que no consigue atraparme a mí. En todo caso, quiero colaborar con el género. Que el que busque terror encuentre terror.