Terror; hoy; acá #2 Acá el tiempo es otra cosa, de Tomás Downey
Dieciocho cuentos, algunos más aterradores que otros. En todos, la sensación perturbadora de que nos olvidamos de algo.
El lector de terror para el que pienso esta sección, más orientado a lo clásico, no suele ser muy receptivo con lo que queda por fuera de la serie Poe-Lovecraft-King. Yo mismo, cuando estoy en ese lugar, no tolero mucha cosa rara. Y lo raro no debe entenderse como una traducción literal de lo weird. Porque mientras esta categoría yanqui, más bien del mundo editorial, responde antes que nada a los temas de un relato, a los cuentos de Tomás Downey les cabe el apelativo de raros por sí mismos, en tanto que cuentos.
Me arriesgo a presentar Acá el tiempo es otra cosa (Interzona 2015), de todas formas, por el trabajo que hace con el terror. Estos cuentos, en principio, están encaminados en una línea muy argentina del Cuento Fantástico. Recordemos que acá, a diferencia de en Norteamérica, lo fantástico no está asociado a la literatura de género. La Literatura Fantástica goza, en Argentina, tanto de prestigio con la crítica como de textos sesudos y procedimientos formales excelentes. Tal es el caso que este libro fue galardonado con el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, en 2013.
Downey tiene la ventaja de incurrir en un circuito ya constituido en el mundo editorial argentino, en contraste con el circuito del terror más devoto al género, que apenas se mueve fuera del sector independiente. Pero lo nombro igualmente, porque puede leerse en esta otra clave de lectura, más tradicional y menos “literaria”. En los cuentos de Acá el tiempo es otra cosa todavía hay una responsabilidad por espantar, asquear y, sobre todo, incomodar, auque no se presenta en la confortable y conocida estructura del weird, justamente. A veces hay que hacer el esfuerzo y escarvar.
Tengo que aclarar: el Premio y la tradición del fantástico no le justifican ciertas cosas. Uno de los grandes problemas del libro, para mí, es la cantidad de cuentos. Son todos muy cortos y apenas llega a 122 páginas con 18 relatos. Da la impresión de que algunos están ahí para poder armar el libro y nada más. Cuentos como “You make me dizzy Miss Lizzy”, “Una historia de amor” o “Lobos” desentonan, o por lo menos hacen que el libro pierda estabilidad como “un todo obra”. Y me hacen dudar de entender Acá el tiempo es otra cosa como un libro de terror.
Luego está el asunto de la presentación de lo raro, que, como es usual en ese fantástico “respetado por la crítica” de los últimos años —por ejemplo, en Samanta Schweblin—, está más en lo no contado que en lo contado. Y eso a veces, me parece que se nos va de las manos. Sobre todo porque Downey sí maneja las claves y los procedimientos del fantástico tradicional. Construye, por ejemplo, puntos de vista muy íntimos que nos obligan a fijar la atención en objetos o personas, adelantándonos dónde va a aparecer lo fantástico. Eso es algo que ya hace Poe, que ya hace Quiroga. Pero en algunos cuentos del libro este planteamiento no se resuelve y no hace más que volverse una promesa incumplida. —Temo que, en esta especie de “apertura ilusoria” con que terminan algunos cuentos, sólo se pueda caer en lecturas alegóricas. Eso me da por el piso.
Ojo, en los mejores relatos de Downey, esa relación —observador objeto— que queda en el aire, es la que termina produciendo incomodidad. Es esa aparente falta de resolución la que da sentido a los cuentos. Produce la sensación de que hay algo flojo, que no funciona y que va a saltar. Y, por si fuera poco, que no es de este mundo. Con lo dicho hasta ahora, más de un lector fervoroso del género seguramente se convenció de saltearse el libro y olvidarse de Downey para siempre. Para el que quiera adentrarse dejo una selección personal de cuentos: “La nube”, “Mamá”, “La quinta”, “Los ojos de Miguel” y “Trampolín”:
“La nube” es una catástrofe climática y situacional. La motivación del cuento es cómo los personajes se ven obligados a relacionarse con lo extraño y cómo esto cambia sus vidas.
“Mamá” es un cuento sintético, medio con el modelo Kafka (algo raro sucede al principio, luego la pregunta es cómo convivir con ello).
“La quinta” no incurre en lo fantástico, pero explora lo terrorífico de las relaciones familiares. Creo que es el más horroroso de todos.
“Los ojos de Miguel” creo que es mi favorito. Los personajes son arrastrados hasta lo odioso por el fenómeno raro.
“Trampolín”, cuento sencillo, el único que no da vueltas. Alguien se enfrenta a un episodio fantástico y punto.
Acá el tiempo es otra cosa fue publicado por la editorial Interzona, así que puede conseguirse en cualquier librería.
Terror; hoy; acá es una guía de lectura para producciones de horror contemporáneas y latinoamericanas. Principalmente argentinas, por mi condición geográfica. La idea es mostrar un panorama de lo que se está estrenando y publicando en términos de terror cerca de nosotros. No es una recomendación ni una crítica. Con lo cual mi opinión importa poco y nada. Como es muy común que el terror circule en el circuito independiente —pequeñas editoriales, ediciones de autor, Internet—, no voy a hablar mal de las obras ni desaconsejarles que las compren. Lo que no quiere decir que me gusten más o menos. Salvo que algo me resulte pésimo —ilegible—, y por lo tanto no escriba nada al respecto, creo que hay un lector para todo, incluso para aquello que no consigue atraparme a mí. En todo caso, quiero colaborar con el género. Que el que busque terror encuentre terror.